"Nunca te llevé a que Madame Léonie te mirara la palma de la mano, a lo
mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque
fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de
repeticiones, y lo que llamamos amarnos fué quizá que yo estaba de pie
delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos
velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia
de renuncias y despedidas y tickets de metro."
-y, gracias a vos, extraño, por leerme.-
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