Llego a esta
edad
con los
mismos miedos
de los diez:
temo a la
oscuridad
a los
espacios cerrados
y a los ojos
negros.
Soy sordo de
los ojos.
No sabría
diferenciar
entre un
gato que camina
y una
manzana verde.
Así ando
últimamente,
entre el
ahogo y el vuelo,
entre la
piel y los olvidos,
entre la
incertidumbre y el miedo a la certeza.
Cada vez
deseo menos cosas
aunque las
desee con más intensidad.
Sólo quiero
un templo
de largas
columnas
y labios
frescos.
Amar en
todos los idiomas,
en todas las
razas,
en todas las
épocas,
en todas las
geografías.
Como verán,
a estas
alturas del partido
pido poco:
Amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario